martes, 1 de marzo de 2011

Duck Hunt

7/10
"Como ese perro se vuelva a reir..."
La historia está harta de demostrarnos que para que un juego permanezca en el remanente de la memoria de toda una generación y sea recordado con cariño y nostalgia, no es estrictamente necesario que sea un gran juego o que tenga una gran historia o unos grandes personajes. Duck Hunt es uno de los máximos exponentes de esta teoría: Un juego de lo mas simple, incluso repetitivo, pero que contaba con dos argumentos muy positivos a su favor: La posibilidad de utilizar la "Nintendo Zapper" (una pistola de luz que se vendía conjuntamente con el videojuego) y, sobre todo, el perro, el maldito perro que, cual Pulgoso de "Los Autos Locos" se mofaba de nuestra mala puntería ronda tras ronda. Aquellos que contamos más de 20 años  a nuestras espaldas y que nos iniciamos allá por los 80 en esto de los videojuegos, recordamos con añoranza ese prado, ese perro de caza y esas tardes tirándole a los patos en la pantalla de nuestra vieja televisión sin mando a distancia. No siempre un juego bueno termina siendo un gran juego, sólo hace falta que tenga ciertos detalles que permanezcan en la memoria.

A nivel gráfico el juego no destaca especialmente ya que sólo existe un escenario: ese prado verde con el arbolito y ese arbusto que tanto nos estorbarán para disparar a los patos. El perro es el personaje principal y el que todos recordamos por su risa maliciosa cuando fallábamos y su cara de felicidad cuando le dábamos a algún pato. Los patos son todos iguales en su diseño pero varían en su color, para advertirnos de la diferente dificultad de cada uno de ellos.

El sonido es simple pero muy pegadizo, sobre todo la cancioncilla que ameniza la búsqueda del rastro de los patos por parte de nuestro inseparable perro al inicio de cada nivel. Aparte de eso, tenemos el sonido de nuestra pistola al disparar, la risilla del perro y el sonido de los incansables patos. Pocos y simples, pero no hace falta más.

En cuanto al juego, poco hay que explicar: somos el cazador y a disparar patos. En cada ronda tendremos la posibilidad de disparar a 10 patos, que saldrán volando de uno en uno o bien de dos en dos, dependiendo del modo de juego. Para acertar a cada pato, tenemos una recámara de 3 proyectiles, si el pato se va antes de que le demos o si gastamos los tres disparos, perderemos ese pato con la consecuente burla de nuestro perro. Conforme se va avanzando en los niveles, es necesario acertar a un número mayor de patos para psar al siguiente, además, la dificultad va aumentando ya que los patos son más rápidos y es más complicado darles, lo que implica un mayor número de puntos por acierto. Hay tres modos de juego: El simple, en el que los patos salen de uno en uno, algo más fácil. El doble, que implica que los patos vuelen de dos en dos, haciendo que el reto sea mayor. Y el modo C, en el que se sustituyen los patos por platos, haciendo el reto aún mayor por su mayor velocidad y su menor tamaño.

En definitiva, un juego simple y con una mecánica muy básica pero que todo el que lo haya jugado recordará con una sonrisa en la cara. Existe una leyenda urbana en la que se afirma que hay un momento en el juego en el que se le puede disparar al perro... yo lo intenté mil veces y no pude, si alguien sabe como, que me lo diga porque... Como ese perro se vuelva a reir...


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